Definitivamente, algunas de las barreras más notables que los conductores ven en la inminente transición ecológica al vehículo eléctrico, es la diferencia de autonomía que estos coches presentan frente a aquellos de combustión interna. Ya que, si bien existen coches eléctricos capaces de recorrer más de 500 km entre recargas, este rango se encuentra un tanto lejos de la media de los vehículos más comunes y accesibles económicamente.

Al tener en cuenta este concepto, es claro pensar que hasta que las tecnologías del tren eléctrico y los sistemas de almacenamiento de energía en los nuevos vehículos maduren, permitiendo así contar con coches de gran autonomía a un coste más accesible, será necesario proveer al usuario de una apropiada red de recarga, teniendo como objetivo asegurar que el conductor viaje desde el punto A hacia el punto B de la forma más segura y con la mínima inversión de tiempo posible en la recarga.

Ahora, ¿cómo debe afrontarse el desafío de proveer de esta red de recarga para promover el uso del coche eléctrico? Esta es la pregunta que muchos municipios, provincias y países comienzan a preguntarse, y si bien no existe una única respuesta, existen diversas estrategias para llevar a cabo las buenas prácticas al planificar la instalación de puntos de recarga en diferentes regiones. Estas estarán ligadas a la proyección en el número de vehículos eléctricos de los próximos años, la oferta de energía eléctrica, la cantidad de habitantes en la región, el desarrollo económico, las actividades turísticas y la infraestructura de autopistas presentes; aunque con un factor claro en común: la inversión pública resulta esencial.

Infraestructura de recarga vs la matriculación de VE: ¿El huevo y la gallina?

Hoy en día, la mayor parte de instituciones públicas y privadas con baja penetración de coches eléctricos no ven prioritario el hecho de invertir y llevar a cabo proyectos de instalación de puntos de recarga teniendo en mente la escasez de vehículos eléctricos en las calles. Por otro lado, muchos usuarios deciden no hacer efectiva la compra de un coche eléctrico debido a no contar con una apropiada red de recarga que permita darle al coche su máxima autonomía de manera rápida. Este fenómeno, es el conocido dicho del huevo y la gallina de la movilidad eléctrica.

Dicho esto, es claro pensar que para fomentar el uso de coches eléctricos, no sólo será necesaria una amplia oferta dentro del mercado automotor sostenible sino que en primer lugar, será fundamental contar con infraestructura de recarga semi-rápida, rápida y ultra-rápida disponible de forma pública. Esto permitirá que cualquier usuario pueda acceder a la recarga de la manera más rápida y sencilla posible, al punto de poder en un futuro comparar la sencillez de este proceso con lo simple que resulta cargar combustible en una estación de servicio o gasolinera.

Fuente: ICCT, International Council on Clean Transportation, «Electric vehicle charging guide for cities,» 2020.

En numerosos países se observa que el aumento en la matriculación de nuevos vehículos eléctricos se ve fuertemente ligado a la instalación de nuevos puntos de recarga pública. En estados más prematuros, teniendo en cuenta la situación conjunta de EEUU, Europa y China del año 2013 al 2018, han presentado de manera global un crecimiento cercano al 60% anual en el acumulado de vehículos eléctricos e híbridos enchufables, cifras que se corresponden con el crecimiento anual en las estaciones de recarga.

En conclusión, más allá de la oferta que las grandes marcas fabricantes de coches tengan en carpeta, si los usuarios no sienten la seguridad de poder recorrer grandes distancias de manera simple, no invertirán en los coches del futuro. Las instituciones públicas formarán un rol esencial en la penetración del coche eléctrico para los años venideros, siendo los encargados de dar el puntapié inicial en la consolidación del modelo de transporte más ecológico y sostenible para nuestro único planeta.