Argentina | Opinión
viernes 16 de abril de 2021
Opinión: Los datos: el nuevo petróleo. El negocio del vehículo eléctrico es digital.
Alejandro Göttig Consultor en Transición Energética y Movilidad Sustentable.

Sin dudas el gran vencedor de 2020 es el “Big Data”. Quien no estaba acostumbrado a un modo de vida conectado, se ha visto casi compulsivamente empujado a estar online para sobrevivir.

El negocio de los datos ha crecido exponencialmente en la última década y más aún con la pandemia. Facebook y Google son apenas la punta visible del iceberg, por dar un ejemplo cotidiano. El futuro pertenece a la ciencia de datos y a quienes la entiendan; así como también, el dominio geopolítico lo tendrá quien domine las tecnologías de transición energética en un contexto de crisis climática.

China lo sabe y Estados Unidos recién lo entendió. Recordemos que la actual guerra fría entre ambos comenzó por el 5G (el nuevo gran transportador de datos). Al igual que el petróleo y el gas impulsaron las economías de los siglos XX y XXI, los datos impulsan cada vez más la innovación y la economía global a medida que avanzamos en una era dominada por la revolución digital. Su complemento perfecto son las energías renovables y los vehículos eléctricos como parte de un mismo ecosistema. Si el petróleo se llevaba bien con lo analógico, la electricidad se lleva de maravillas con lo digital, y la inteligencia artificial será la madrina de ambos.

Tomemos nota: 3 de los 4 mayores fabricantes de teléfonos en el mundo ya han anunciado que fabricarán vehículos eléctricos masivos. Apple, Huawei y Xiaomi por último en estos días. Mientras que LG anunció que dejará de fabricar teléfonos para concentrarse en componentes y tecnología para la movilidad eléctrica. Pasar de un negocio que factura entre 500 y 1000 dólares por unidad, a sumar otro donde cada unidad vale a partir de 10.000 suena muy bien. Mientras tanto, los fabricantes históricos de automóviles no se quieren quedar afuera: Chevrolet ha firmado recientemente un acuerdo con Google, y Ford hizo lo propio con Microsoft el mes pasado.

En el modo analógico del siglo pasado, el dominio del volante y el pedal acelerador nos daban una sensación de poder y libertad. Pero las nuevas generaciones son digitales y crecieron con otro tipo de experiencias que la pandemia ha acentuado. En 2020 los niños son expertos autodidactas con tutoriales de la web y la socialización pasó casi exclusivamente del juego físico al juego conectado en red. A mi hijo le da miedo cuando acelero el auto, piensa que no es seguro. Él preferiría sin dudas un vehículo autónomo que reduce los accidentes, y sabe que las pruebas de NIO o Xpeng ya han superado a Tesla incluso.

Por lo tanto, la definición del automóvil como “una computadora sobre ruedas” de los últimos años ya quedó obsoleta, el automóvil será más bien como “un celular sobre ruedas”. Pronto la experiencia a bordo será algo bastante parecido a una extensión de nuestros teléfonos, y esa es una de las razones por la que ya vemos vehículos eléctricos diseñados con grandes pantallas en su interior. El automóvil será el segundo dispositivo más importante al que estaremos conectados luego de nuestro teléfono celular.

Entonces, si el nuevo petróleo son los datos: ¿el negocio del auto eléctrico pasa por desarrollarlos o es el big data? Pensando en Argentina, ¿debemos enfocarnos en extraer litio y ensamblar autos eléctricos? ¿O mejor aprovechamos el ecosistema de empresas tecnológicas que crecieron en el país con el impulso a la Economía del Conocimiento? No nos olvidemos del semillero de unicornios informáticos argentinos con más de un caso reconocido.

Personalmente, creo que Argentina puede hacer las dos cosas: extraer litio y ensamblar autos a corto plazo, y favorecer un polo de desarrollo informático de exportación de software para la movilidad eléctrica, conectada y autónoma a mediano plazo. Actualmente, no pareciera que se esté visualizando esta oportunidad, pero hacerlo puede tener incluso una incidencia sinérgica en las dos primeras. Las partes del rompecabezas para concretarlo no parecen estar tan lejos y Argentina podría aprovechar capacidades latentes, subiéndose a la mayor iniciativa económica planteada para la reactivación internacional post pandemia.

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