Argentina | Opinión
martes 29 de diciembre de 2020
Opinión: El hidrógeno “verde” y la transición energética en marcha
Juan Carlos Villalonga Consultor en energía y ambiente (M&V). Diputado Nacional (MC).
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En los últimos años han aumentado extraordinariamente las expectativas en torno al hidrógeno “verde”. A nivel global hay una febril actividad que se expresa en programas de inversión gubernamentales, proyectos en diversas ramas de la industria, en el sector automotriz y planes estratégicos para configurar un mercado global del hidrógeno.

Son diversas las razones por las que el hidrógeno ha tomado este impulso en los últimos años. Una de ellas, sin dudas, es la dramática caída en los costos de la electricidad generada por fuentes renovables. La electrólisis del agua es la base misma de la producción del hidrógeno verde y esto requiere de mucha energía eléctrica que debe ser renovable.

Pero lo verdaderamente determinante para el actual auge del hidrógeno es la consolidación de la idea de que estamos en una transición energética que debe completarse para medidos de siglo. El fin de la era de los combustibles fósiles tiene fecha. Este proceso que se disparó hace cinco años atrás con el Acuerdo de París se ha visto acelerado recientemente; cada vez son más los países que adoptan no sólo una meta intermedia de reducción de emisiones, sino que adoptan la estrategia de largo plazo de neutralidad de carbono para el año 2050.

Así las cosas, ya no alcanza con disponer de algunas cuantas políticas voluntaristas de aliento de las energías renovables, la eficiencia energética y la movilidad eléctrica. Ahora se trata de diseñar programas de transición que tengan horizontes temporales bien precisos para cada una de sus etapas. La transición está lanzada y se convierte en una corriente imparable cuando una masa crítica de países ha comenzado a avanzar en esa dirección.

El hidrógeno de origen renovable permite completar la descarbonización en sectores de la economía donde la electrificación no resulta posible o suficiente. Actividades industriales, como la siderurgia, comienzan a ver en el hidrógeno la tecnología que les permitirá realizar la transición. El hidrógeno es también un insumo clave en la industria química, de allí que el hidrógeno “verde” permitirá descarbonizar sectores industriales más allá de su uso como vector energético.

En materia de movilidad también se están acelerado las cosas. Si bien hay varias automotrices que ya producen automóviles en base a hidrógeno, se espera que este elemento cumpla un rol fundamental en el reemplazo de los fósiles en el transporte de cargas de larga distancia -tanto camiones como trenes-, navegación marítima y maquinaria pesada.

Suele surgir dentro del sector de la movilidad un aparente antagonismo entre movilidad eléctrica e hidrógeno. En líneas generales, es una tendencia bastante sólida que la movilidad eléctrica en base a baterías es insustituible en automóviles y cargas livianas. Aun así, tenemos a automotrices como Toyota, Honda y Hyundai que tienen su línea de automóviles a celdas de hidrógeno y hay otras compañías que lo tienen en sus planes. Es una competencia tecnológica en pleno desarrollo.

Allí donde los motores a combustión no tienen un fácil reemplazo por motores eléctricos alimentados por baterías, las celdas de combustible están destinadas a ser la alternativa. Esto ya puede verse en el reemplazo de locomotoras diésel por trenes a hidrógeno, un recambio que se inició en Alemania y otros países europeos, siendo las empresas Siemens y Alstom las que lo encabezan.

En Argentina, como en otros países de la región, la modernización del ferrocarril enfrentará el desafío de tener extensos ramales que serían costosísimos de electrificar. El hidrógeno parece ser la tecnología que puede permitir eliminar los fósiles del transporte ferroviario. Algo similar está ocurriendo con el transporte automotor de cargas. Son varias las compañías que lanzarán al mercado en los próximos años camiones y vehículos pesados a hidrógeno.

Un síntoma de lo que ocurre en el transporte naval es el reciente anuncio de la empresa Buquebus que une con sus ferrys diferentes puertos de Uruguay con Buenos Aires para iniciar un proyecto de un buque a hidrógeno. En Chile ya existe una sólida apuesta del Ministerio de Energía, la agencia gubernamental de fomento a la producción y empresas privadas trabajando en la incorporación del hidrógeno en la maquinaria empleada en la minería.

Todas estas señales de creciente interés por impulsar medios de transporte de bajas emisiones deberán muy rápidamente convertirse en política práctica y concreta. Iniciamos el 2021 con varios países de la región que han asumido compromisos explícitos para alcanzar la neutralidad de emisiones para 2050 y eso es un cambio sustancial.

El caso del gas en la Argentina puede ser un buen ejemplo del impacto de los planes de descarbonización recientemente anunciados. En los últimos años en Argentina se generó un enorme entusiasmo por expandir el uso del gas (GNC, GNL) en el transporte, particularmente de cargas. Este impulso se basa en las expectativas de explotar a gran escala los abundantes recursos fósiles no convencionales de Vaca Muerta.

Argentina acaba de ratificar una meta de neutralidad de emisiones a 2050 y de cero incrementos de emisiones durante la próxima década. Estos objetivos le ponen un serio freno a todo escenario de mayor dependencia del gas o de cualquier otro combustible fósil. La nueva meta argentina para 2030 nos permite anticipar que la ampliación de infraestructura de gas natural para alimentar toda una nueva generación de camiones puede ser una inversión pública y privada ruinosa destinada a ser obsoleta rápidamente.

Son algunas de las muchas consecuencias inmediatas de ponerle fecha a la transición energética. En el terreno de la movilidad veremos una aceleración del ingreso de vehículos eléctricos y la imperiosa necesidad de generar infraestructura para producir y distribuir hidrógeno “verde” que deberá estar disponible a finales de esta década.

Las metas de descarbonización a 2050 obligan a pensar en recambios tecnológicos que reduzcan emisiones sin demoras, casi sin pasos intermedios. No tenemos tiempo ni recursos económicos para desperdiciar en tecnologías que deberán ser reemplazadas rápidamente. La electrificación de la movilidad y la introducción del hidrógeno son dos frentes que deberán desarrollarse estratégicamente en esta década que comenzamos a transitar.

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