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martes 21 de febrero de 2023
Opinión: Cargadores domésticos, un mercado que no acompaña
Íñigo Oraa Ingeniero de Operaciones, Tecnología y Comercial de Ecity Charge.
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Estamos ya en febrero de 2023 y nos seguimos encontrando grandes contradicciones en el mercado español de la movilidad sostenible.

Por una parte, asistimos al rápido desarrollo de los equipos de recarga para vehículos eléctricos, con una gran apuesta por la innovación. Hemos pasado del cargador estándar de 3,7 kw, conectado a menudo a un conector tipo ‘schuco’, a un cargador mucho más rápido -aunque sigue considerándose “carga lenta”- de 7,4 kw, con conector standard tipo 2 ‘mennekes’ y balanceador de potencia que ajusta el consumo a la potencia disponible por un particular.

Tenemos cargadores de carga semirrápida de 11kw, 22kw, cargadores rápidos en corriente continua de 50kw, e incluso cargadores ultrarrápidos de 150kw a 350kw. Para ellos se ha desarrollado todo tipo de tecnología: métodos de pago por carga, programación para la recarga aprovechando horas valle o dependiendo de la producción fotovoltaica de una determinada ubicación, gestión de colas para la recarga, gestores de cargas, identificación de usuarios múltiples, reserva de horarios de recarga para clientes asignados…

La inversión empresarial se ha incrementado con una rapidez asombrosa y, sin embargo, esta realidad se topa de frente con las dificultades que encuentran muchos ciudadanos que quieren sumarse a la ola del cambio y apostar por la movilidad sostenible. Una apuesta ganadora que no deja de ser beneficiosa para todos, para el medio ambiente y para el futuro de nuestras ciudades y nuestro planeta.

Sin embargo, cuando decidimos dar el paso, nos encontramos con que los coches eléctricos siguen teniendo unos precios elevados -que seguimos esperando que bajen- a lo que hay que sumar una inversión adicional en la infraestructura de recarga.

Las ayudas prometidas, tanto a particulares como a empresas, por las que tributarán en su momento, se demoran hasta 18 meses; y esto, tras una serie infinita de gestiones burocráticas con acreditaciones, certificados, imágenes, firmas y memorias técnicas y descriptivas que hunden a los interesados en la desesperanza.

Esta interminable cadena de frenos aboca a las empresas mejor preparadas, al despido de profesionales y la no renovación de los contratos en prueba.

En esta situación, es inevitable que muchos clientes o clientes potenciales tengan dudas y una enorme incertidumbre a la hora de adquirir un vehículo eléctrico. No nos extraña encontrarnos con testimonios como el del mecánico Ángel Gaitán sobre su experiencia con un Tesla: sobrepasado por el frío, los tiempos y costes de recarga y la baja autonomía para un viaje largo sin un sitio donde reponer los kilovatios hora suficientes para continuar el viaje.

También los presidentes y administradores de comunidades de propietarios se ven limitados a la hora de adecuar las instalaciones para un despliegue de equipos de recarga con unos presupuestos de preinstalaciones que los particulares se resisten a desembolsar.

Estas y otras situaciones como las que sufren por ejemplo grandes negocios para adecuar sus garajes de cara al público, con importantes inversiones y rentabilidades lejanas, nos enfrentan a un mercado con enormes distorsiones en el que pueden más las banderas y los eslóganes en pro de la sostenibilidad que los hechos y las medidas reales y efectivas para adaptarnos a un mundo cambiante y apostar de verdad, entre todos, por el desarrollo de una economía baja en emisiones.

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