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lunes 22 de febrero de 2021
Los desafíos de la transición a la movilidad eléctrica en Latinoamérica según C40
El Grupo de Liderazgo destaca por haber sido uno de los impulsores del cambio hacia las energías limpias en ciudades como Bogotá, Santiago y Ciudad de México.
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El Grupo de Liderazgo, mejor conocido como C40, es uno de los actores que más influyó en la transición hacia la movilidad sustentable en América Latina, en los últimos años.

La organización, que se desempeña en el campo del cambio climático y se ha especializado en la electromovilidad, trabaja con 12 ciudades de Latinoamérica y apoya a otra docena más en su camino hacia las cero emisiones. Colombia, Chile y México son algunos países que iniciaron sus primeros pasos acompañados de la entidad y hoy presentan resultados positivos.

“Lo que sucedió en Bogotá fue extraordinario porque sacó un decreto y estableció un proceso de transición, que luego le tomó más tiempo del necesario por diferentes razones”, afirma Manuel Olivera, director regional para Latinoamérica del C40, y agrega: “Pero con 1485 buses, se trata de la flota más grande de América Latina y del mundo, por afuera de China”.

En esa misma línea, destaca lo que ocurre en otras ciudades de la región. “En México, ya se empezaron a tomar decisiones más aceleradas, mientras que en Río de Janeiro están enloquecidos por una transición rápida”.

Y continúa: “En Santiago, se generó confianza. Hoy tenemos aproximadamente unos 2 mil buses y ya hay 756 rodando en la capital chilena. Quizás, en un año y medio, haya 2 mil más. Por otro lado, en Bogotá, seguro se duplique la flota y en México vamos a subir a unas 500 unidades”.

Sin embargo, el desconocimiento que acarrean las nuevas tecnologías, no facilitó el proceso. “Arrancamos con la idea de romper paradigmas”, señala Olivera, y añade: “Hace once años, empezamos a traer información, pilotos y pruebas, y, gracias al Banco Interamericano de Desarrollo, el proceso se movió”.

Por supuesto, el paso hacia las energías limpias no es inmediato. En este proceso, Olivera enumera, en el Latam Mobility Virtual Summit, algunos desafíos con los que se encontraron.

En primer lugar, se debía generar certidumbre y, al mismo tiempo, alguien “debía tirarse a la pileta”. En este caso, resalta lo sucedido en Chile, donde el sector privado (Enel X y Engie particularmente), tomó la decisión de volverse inversionista.

“Además, se dieron cuenta que el negocio no era solo vender kilovatios, sino también participar de un proceso hacia la electromovilidad, donde las baterías son un patrimonio fundamental”, explica el directivo.

Otro de los retos fue lograr que los actores hagan sus propios intentos y saquen sus propios números, y no solo se queden dudando con inseguridad. “Hay que forzar la demanda, porque es ésta la que genera la producción. No hay que quedarse sin hacer nada”, advierte Olivera.

Sin embargo, en este tipo de planes, las dificultades son contempladas, dado que se trata de “un proceso tecnológico que puede generar una transformación profunda en el mercado y en la forma de vivir de la población”.

El cambio de combustible fósil a electricidad es un proyecto extenso y complejo, y, por eso, la idea siempre fue pensarlo a largo plazo. “Aquí caben todos los tipos de energía. De un día para el otro, no se iba a cambiar una flota. Es un tema transicional que toma tiempo”.

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