La industria de la automoción vive una etapa de transformación que en Europa culminará en el año 2035 cuando dejen de venderse vehículos con motor de combustión.

 El cambio de paradigma que representa la apuesta por la electromovilidad supone, a su vez, una ruptura con el diseño tradicional que ha evolucionado desde la aparición de los primeros vehículos a motor.

Con el coche eléctrico desaparecen elementos tan identificativos como la parrilla frontal, el tubo de escape o el cambio de marchas pero, en cambio, entran en escena las grandes celdas de baterías que sustituyen al motor de combustión. 

La colocación de las baterías que hacen funcionar el motor de un coche eléctrico constituye la diferencia principal entre un vehículo de cero emisiones y otro térmico.

Se pasó de tener unas volumetrías mecánicas más o menos localizadas en el frontal, en el posterior o los más deportivos con el motor central, que definían unas proporciones características, a una nueva forma de plantear las proporciones de los automóviles. 

Esto se debe a la disposición de las baterías que están situadas en la parte inferior del vehículo. El cambio tecnológico implica que los fabricantes tengan que replantearse la configuración estética de los coches.

Es una cuestión importante en los coches térmicos y lo es más en los eléctricos. 

Desde SEAT comentaron a La Vanguardia alguna vez que se pasan muchas horas analizando cualquier esquina que sea susceptible de mejora aerodinámica porque en un coche eléctrico cualquier punto de mejora aerodinámica se traduce en autonomía.

La colocación de las baterías a lo largo de toda la parte inferior del coche permite “optimizar el centro de gravedad” del vehículo. El coche eléctrico es más prestacional en curva, tienen una estabilidad estructural mejor, con lo que se puede ir a mayor velocidad en curva que con un coche térmico.

El tamaño del motor de un coche eléctrico es mucho más pequeño y ligero que el de otro de gasolina o diésel. Llevado a la práctica supone ganar espacio en el habitáculo para los pasajeros. 

Así sucede por ejemplo con el Renault Megane e-Teach. Es un coche de poco menos de 4 metros de largo pero la habitabilidad interior es la de un segmento C bastante grande. 

Como el motor es mucho más pequeño y ligero los ingenieros han echado hacia adelante el salpicadero y han metido toda la parte de climatización dentro de la cuna motor. 

De este modo han conseguido “la cuadratura del círculo”: es un coche que se puede aparcar en cualquier sitio y, además, es muy maniobrable y, sin embargo, la habitabilidad interior de un segmento C grande.

La supresión de la caja de cambios es otro de los aspectos diferenciales con los vehículos de combustión. Su eliminación da una sensación de mucha más espaciosidad dentro del habitáculo. Libera un espacio muy grande entre el conductor y el pasajero que va a su lado. 

Con toda seguridad, la evolución más radical del diseño de los coches eléctricos vendrá de la mano de la conducción autónoma cuando se podrán suprimir el volante, los pedales e incluso los espejos retrovisores que hoy algunos vehículos ya sustituyen por cámaras laterales y traseras. 

El espacio interior cambiará de forma radical. Cuántos más automatismos se introduzcan, más capacidad para realizar tareas habrá. Lo mismo se puede decir de los espacios de relax y entretenimiento.

Las nuevas sensaciones que conlleva la conducción de un coche eléctrico respecto a otro tradicional ya lo están experimentando los usuarios a otro nivel. 

Por ejemplo, esto ya sucede en lo que se refiere a los sonidos que transmite un coche. Hay un cambio de las emociones que transmite un motor subiendo de revoluciones, al silencio de un motor eléctrico con una aceleración mucho más directa.